lunes, 10 de enero de 2011

SIMPLEMENTE YO

estaba solo y sin cartas en la mano
después de la tormenta nada queda, todo huye
quieto, casi inerte, apenas respiraba, apenas vivía
la imitación de las palabras ajenas corría por la mente
y aún así, tanta sabiduría popular, no lograba claridad
lento despertar, ajeno amanecer
casi el vislumbrar del propio límite, o del propio miedo
miró sin dudas a lo oscuro, extendió la mano buscando nada
y la certeza de lo habitual lo hundió
la mirada se perdió, aquella mano no alcanzó ni un suspiro
el borde, el borde de su existencia se sentía mínimo
una extraña mezcla de recuerdos, tristezas y olvidos prontos
muy poco encontró de su lado, ¡era tan pequeño ese corazón lastimado!
sólo la sintió acariciarlo, ese día, y esa noche, y esa lluvia
era todo cuanto ocurría en su vida, era tanto como ser lo que siempre fue
miró su puño casi despojado, y sobre él dejó ir lágrimas gemelas
pronunció su nombre, deletreó aquel amor muerto, y sólo sintió oscuridad y nada
quiso ser un poco menos para dejar de ser, quiso imitar a la lluvia
sin embargo sólo podía sentir, era todo cuanto estaba ahí, en el borde
pleno de oscuridad, de lluvia y frío, solo y despojado
la sombra de lo que alguna vez le dijeron que fue
aquel reflejo que desagrada, la misma presencia que por persistente se inmola
miró lo oscuro, se miró a sí mismo, apretó el puño y olvidó ese amor
también ese cariño, ese deseo y las ganas de ser mejor por ella
simplemente dió media vuelta, endureció el gesto y dijo "adiós"